Domingo I de Cuaresma: El domingo de las tentaciones

(Material preparado por el Pbro. Mario Haller)

En la oración colecta de este primer domingo, se reza: “Dios nuestro Padre, con la celebración de esta Cuaresma, signo sacramental de nuestra conversión, concede a tus fieles crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y de dar testimonio de él con una digna conducta de vida”[1].

Es una invocación que dirigimos a Dios porque sabemos que sólo Él puede convertir nuestro corazón. Y es sobre todo en la Liturgia, en la participación en los santos misterios, donde somos llevados a recorrer este camino con el Señor; es un ponernos a la escucha de Jesús, recorrer los acontecimientos que nos han traído la salvación, pero no como una simple conmemoración, un recuerdo de hechos pasados. En las acciones litúrgicas, Cristo se hace presente a través de la obra del Espíritu Santo, esos acontecimientos salvíficos se vuelven actuales[2].

Este domingo nos invita a renovar nuestra decisión definitiva por Dios y a afrontar con valor la lucha que nos espera para permanecerle fieles. Siempre está de nuevo esta necesidad de la decisión, de resistir al mal, de seguir a Jesús.

Los textos bíblicos[3]:

Ayudados por los recursos pedagógicos de la Cuaresma -ambientación más austera, cantos propios de este tiempo, silencio del Aleluya y del Gloria- y sobre todo por los textos de oración y las lecturas bíblicas, queremos emprender, en compañía de Jesús, su «subida a la cruz», para pasar juntamente con él, este año con mayor decisión que en los anteriores, a la vida nueva de la Pascua.

Las lecturas de hoy nos hablan de la Alianza que Dios sella con la familia de Noé, después del diluvio; también del Bautismo -figurado por ese mismo diluvio-, que es el sacramento que nos introduce en la Nueva Alianza de Cristo; y -lo más característico de este domingo primero de Cuaresma cada año- de las tentaciones que Jesús vence en el desierto, antes de emprender su misión mesiánica.

Evangelio de Marcos 1,12-15: Fue tentado por Satanás y los ángeles le servían.

“El Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.

Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia».”

Marcos, en este breve pasaje, no nos cuenta las tentaciones una por una, como hacen los otros dos sinópticos. Sólo dice que Jesús fue «empujado» por el Espíritu al desierto y allí «se dejó tentar por Satanás». A continuación, después de vencer esas tentaciones, «le servían los ángeles». Marcos nos dice, también brevemente, que en seguida empezó la misión de Jesús, proclamando en Galilea: «está cerca el reino de Dios, conviértanse y crean en el Evangelio».

Lucha en el desierto para vencer las tentaciones

La Cuaresma nos invita a renovar nuestro compromiso con Dios. Alianza es fidelidad y compromiso por las dos partes. De la fidelidad de Dios no podemos dudar. Él es siempre fiel. Pero nosotros estamos continuamente tentados de infidelidad. Por desgracia, tenemos experiencia de ello.

Por eso se nos pone delante, en este primer domingo de Cuaresma, la figura de un Cristo que en el desierto es «tentado por Satanás» y sale victorioso.

Es el mejor ejemplo que se nos puede proponer para estimularnos a ser también nosotros fuertes ante la tentación. Como el pueblo de Israel pasó cuarenta años en el desierto, con abundancias tentaciones (y caídas), Jesús quiso pasar cuarenta días en el desierto antes de dar comienzo a su predicación. Nosotros somos invitados a vivir cuarenta días de purificación y preparación a la Pascua.

Casi es mejor que Marcos no nos narre las tentaciones concretas. Así queda abierto el sentido de que fue en toda su vida cuando Jesús las experimentó, por ejemplo, con la invitación al poder o al prestigio o al aplauso fácil.

Todos tenemos experiencia de que vivir en cristiano es difícil y supone lucha ante las tentaciones de este mundo. A pesar de que hoy se va perdiendo la «conciencia de pecado», sin embargo, si somos sinceros con nosotros mismos, cada uno sabe que van también para él las palabras de Cristo: «conviértanse».

La Cuaresma es un buen tiempo -por ejemplo- para el sacramento de la Reconciliación– para reencontrarse con Dios y consigo mismo, para renovar las opciones básicas de nuestra vida cristiana. Van a ser tres meses (cuarenta días de Cuaresma y cincuenta de Pascua) de auténtica «primavera espiritual» en la que Dios nos quiere purificar, renovar su Alianza con nosotros y comunicarnos la vida nueva, la energía y la libertad interior del Resucitado.

La convocatoria de Cuaresma es un pregón positivo y a la vez comprometedor. Es camino de Pascua, hacia la renovación total, como Noé y sobre todo como Cristo. Camino de lucha y de opción, de reiniciación de vida nueva: «se ha cumplido el plazo, conviértanse y crean en el Evangelio».

En la Eucaristía celebramos la Pascua de Cristo, su paso a la nueva existencia, y, participando en «el Cuerpo entregado» y en la «Sangre de la Nueva Alianza», recibimos la fuerza para que también para nosotros la Pascua de este año sea una gracia renovada de Alianza y de victoria contra el mal.

Prefacio

“Él mismo, al abstenerse de alimentos terrenos
durante cuarenta días,
consagró con su ayuno la práctica cuaresmal,
y al rechazar las tentaciones del demonio
nos enseñó a superar los ataques del mal,
para que, celebrando con sinceridad el misterio pascual,
podamos gozar un día de la Pascua eterna”.


[1] “La mayor parte de las nuevas oraciones cuaresmales provienen de los clásicos sacramentarios romanos Veronés y Gelasiano antiguo, sobre todo de este último”. A. BERGAMINI, Cristo, fiesta de la Iglesia, El año litúrgico, Bogotá, San Pablo, 1995, 287 (nota 11). Para la colecta citada, puede verse cf. C. URTASUN, Las oraciones del Misal,  Escuela de espiritualidad de la Iglesia, Domingos y solemnidades, Barcelona, Centre de Pastoral Litúrgica, 1995, 153-155. En el comentario a esta oración, el mencionado autor hace notar la dificultad para traducir fielmente el texto latino de esta colecta. De hecho, aquí se cita la traducción tomada de la Catequesis de Benedicto XVI.
[2] Cf. Benedicto XVI, “El recorrido bautismal de la cuaresma”.
[3] J. Aldázabal, Enseñame tus caminos, 9. Los domingos del Ciclo B: Domingos de Cuaresma.