Papa Bonifacio VIII durante la celebración del Jubileo del año 1300. Giotto. Fresco, Archibasílica de San Juan de Letrán, Roma,  Ciudad del Vaticano.

Nos preparamos para el próximo Jubileo

Peregrinos hacia Cristo, única esperanza

4to. Subsidio

 

Con la Bula «Spes non confundit» («La esperanza no defrauda»: Rm 5,5), el Papa Francisco ha convocado la Iglesia para vivir un nuevo Jubileo durante el año 2025.

En la carta a Mons. Rino Fischella para preparar el Jubileo 2025 (11.II.2022), el Papa Francisco afirmaba que:

“El Jubileo ha sido siempre un acontecimiento de gran importancia espiritual, eclesial y social en la vida de la Iglesia. Desde que Bonifacio VIII instituyó el primer Año Santo en 1300 —con cadencia de cien años, que después pasó a ser según el modelo bíblico, de cincuenta años y ulteriormente fijado en veinticinco—, el pueblo fiel de Dios ha vivido esta celebración como un don especial de gracia, caracterizado por el perdón de los pecados y, en particular, por la indulgencia, expresión plena de la misericordia de Dios. Los fieles, generalmente al final de una larga peregrinación, acceden al tesoro espiritual de la Iglesia atravesando la Puerta Santa y venerando las reliquias de los Apóstoles Pedro y Pablo conservadas en las basílicas romanas. Millones y millones de peregrinos han acudido a estos lugares santos a lo largo de los siglos, dando testimonio vivo de su fe perdurable.

El Gran Jubileo del año 2000 introdujo la Iglesia en el tercer milenio de su historia. San Juan Pablo II lo había esperado y deseado tanto, con la esperanza de que todos los cristianos, superadas sus divisiones históricas, pudieran celebrar juntos los dos mil años del nacimiento de Jesucristo, Salvador de la humanidad. Ahora que nos acercamos a los primeros veinticinco años del siglo XXI, estamos llamados a poner en marcha una preparación que permita al pueblo cristiano vivir el Año Santo en todo su significado pastoral. En este sentido una etapa importante ha sido el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que nos ha permitido redescubrir toda la fuerza y la ternura del amor misericordioso del Padre, para que a su vez podamos ser sus testigos”. (Sitio del Jubileo).

En la Bula de convocatoria, el Papa Francisco afirma:

“Bajo el signo de la esperanza el apóstol Pablo infundía aliento a la comunidad cristiana de Roma. La esperanza también constituye el mensaje central del próximo Jubileo, que según una antigua tradición el Papa convoca cada veinticinco años. Pienso en todos los peregrinos de esperanza que llegarán a Roma para vivir el Año Santo y en cuantos, no pudiendo venir a la ciudad de los apóstoles Pedro y Pablo, lo celebrarán en las Iglesias particulares. Que pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, «puerta» de salvación (cf. Jn 10,7.9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza» (1 Tm 1,1).

 

Recordemos que el título de este trabajo tiene como centro a Cristo (está tomado de uno de los prefacios de las Misas jubilares, que veremos en este subsidio) y menciona la condición de la Iglesia y de sus miembros: peregrinos pero también la actitud fundamental señalada por el Papa e incorporada en la oración eclesial: la esperanza.

            A continuación, se ofrece un cuarto subsidio acerca de algunas cuestiones litúrgicas y espirituales.

Con respecto a las cuestiones litúrgicas, el Dicasterio para la evangelización ha preparado un Ritual. Dicho Ritual presenta el Rito de Apertura y de clausura del Año Jubilar en las Iglesias particulares.

Los praenotanda del Rito de apertura recuerdan que el Año Jubilar comienza el 24 de diciembre de 2024 con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro del Vaticano. En cambio, el domingo 29 de diciembre de 2024 “se celebrará la apertura del Jubileo en las Iglesias particulares”.

Luego de indicar el día, se indica el lugar: la iglesia catedral, explicitando que “la Eucaristía de apertura del Jubileo es única y se celebra en la catedral”, salvo que hubiera una concatedral, en la cual puede tenerse la celebración eucarística de apertura (en ésta, el obispo “puede ser sustituido por un delegado designado para la ocasión”. Asimismo, el texto afirma que “queda excluido que la celebración de apertura tenga lugar en otras iglesias de la diócesis, incluidos santuarios o iglesias insignes”.

Con respecto a la celebración eucarística se configura como una misa estacional.

Los praenotanda señalan que “en el contexto de la celebración eucarística, el signo especial de la solemne apertura del Año Jubilar es la peregrinación con la entrada procesional de la Iglesia diocesana tras la cruz en la catedral[1]. En efecto, “la procesión se desarrolla en tres momentos:

  • La collectio (“reunión”) en una iglesia cercana u otro lugar adecuado: “se elegirá, si es posible, una iglesia significativa para la comunidad diocesana, con capacidad suficiente para celebrar en ella los ritos introductorios, y situada a una distancia que permita realizar una verdadera peregrinación”. “Los momentos constitutivos de la collectio son: la antífona o canto de apertura, el saludo, la invitación a bendecir y alabar a Dios, una exhortación, la oración, la proclamación de la perícopa evangélica y la lectura de fragmentos de la Bula de convocación del Jubileo Ordinario”.
  • La peregrinación: “se dirige hasta la iglesia catedral para celebrar el día del Señor en la fiesta de la Sagrada Familia e inaugurar así el Año Jubilar, acogido como un don de Dios. Es el signo del camino de esperanza del pueblo peregrino tras la cruz de Cristo, como se representa en el logotipo del Jubileo”.
    • La cruz: “se coloca en el presbiterio, donde permanece durante todo el Año Jubilar para ser venerada por los fieles, cerca del altar”.
    • El diácono lleva el evangeliario
    • Para acompañar la peregrinación, los llamados «salmos de peregrinación» o «de entrada en el templo». Por su antigua función procesional, también puede proponerse el canto de las letanías de los santos.
  • La entrada en la catedral: la entrada del pueblo de Dios en la catedral tiene lugar por la puerta principal, signo de Cristo (cf. Jn 10,9).
    • En el umbral, el obispo levanta la cruz y, vuelto hacia el pueblo, con una aclamación lo invita a venerarla.
    • Una vez atravesada la puerta, el Obispo con los ministros se dirige a la fuente bautismal, desde donde preside el rito de la conmemoración del Bautismo, mientras los fieles se colocan en la nave mirando hacia la fuente bautismal.

La aspersión con agua es la memoria viva del Bautismo, la puerta de entrada al camino de la iniciación sacramental y a la Iglesia

Si no es posible realizar la conmemoración del Bautismo en la fuente bautismal, se hace en el presbiterio.

Si el baptisterio está fuera, el recuerdo del bautismo precede a la entrada solemne en la catedral.

  • El Obispo, entonces, con los ministros procede procesionalmente al altar; los fieles van a sus asientos asignados.

La celebración eucarística constituye el vértice del rito de apertura del Año Jubilar. Se desarrolla como de costumbre, utilizando el formulario de la misa de la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José.


[1] En la Bula de Convocación del Gran Jubileo del año 2000 «Incarnationis mysterium» (Juan Pablo II) se afirma: “Ya que el rito de apertura de la puerta santa es propio de la Basílica Vaticana y de las Basílicas Patriarcales, conviene que en la inauguración del período jubilar en cada Diócesis se privilegie la statio en otra iglesia, desde la cual se salga en peregrinación hacia la catedral; el realce litúrgico del Libro de los Evangelios y la lectura de algunos párrafos de esta Bula, según las indicaciones del «Ritual para la celebración del Gran Jubileo en las Iglesias particulares»”.

Explicitación del logotipo

“El logo representa cuatro figuras estilizadas que indican la humanidad proveniente desde los cuatro rincones de la tierra. Abrazadas entre ellas, indican la solidaridad y la fraternidad que une a los pueblos. La primera figura está aferrada a la cruz. Es el signo no solo de la fe que abraza, sino también de la esperanza que nunca puede ser abandonada, porque necesitamos siempre de ella, sobre todo en los momentos de mayor necesidad. Es útil observar las olas que la rodean y que están en movimiento, porque muestran que la peregrinación de la vida no siempre pasa por aguas tranquilas. Muchas veces las experiencias personales y los eventos del mundo exigen con mayor intensidad el llamado a la esperanza. Es por esto que se debe subrayar la parte inferior de la cruz que se alarga transformándose en un ancla y que se impone sobre el movimiento de las olas. Bien sabemos que el ancla ha sido usada como metáfora de la esperanza. De hecho, el ancla de la esperanza es el nombre que en la jerga marina se da al ancla de reserva usada por las embarcaciones para hacer maniobras de emergencia que permitan estabilizar la barca durante las tormentas. No se olvide el hecho de que la imagen muestra cómo el camino del peregrino no es un hecho individual, sino comunitario con la impronta de un dinamismo en crecimiento que tiende cada vez más hacia la cruz. La cruz no es estática, sino dinámica y se curva hacia la humanidad, saliendo a su encuentro y no dejándola sola, ofreciendo la certeza de la presencia y la seguridad de la esperanza. Se destaca, finalmente, con color verde el lema del jubileo 2025: Peregrinantes in Spem”.

La Misa para el Año Santo[2]

Contiene tres formularios A, B y C: con eucología propia. En particular, son muy interesantes los tres prefacios, en los cuales se percibe claramente el cristocentrismo de los  mismos. He aquí sus nombres y una tabla comparativa.

  • Cristo, única esperanza
  • Cristo, Redentor de los hombres, ayer, hoy y siempre
  • Cristo, Dios y hombre, salvador de todos.

[2] “Esta misa puede decirse, con el color propio del día o del Tiempo, en las celebraciones particulares que tengan lugar durante el Año Santo, excepto en las solemnidades, los domingos y las fiestas, los días de la Semana Santa, el Santo Triduo Pascual, los días de la octava de Pascua, las ferias de Adviento del 17 al 24 de diciembre, los días de la octava de Navidad, la Conmemoración de todos los fieles difuntos, el Miércoles de Ceniza. En los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, para la Liturgia de la Palabra, se adoptan las lecturas del día”. (Ritual).

Prefacios

●       Cristo, única esperanza

 

●       Cristo, Redentor de los hombres, ayer, hoy y siempre Cristo, Dios y hombre, salvador de todos
“En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar,  Señor, Padre Santo, † Dios todopoderoso y eterno. En este tiempo de gracia reúnes a tus hijos en una sola familia, para que, iluminados por la Palabra de vida, † celebren con gozo el misterio de tu Hijo crucificado y resucitado. Él, salvación siempre invocada y siempre esperada, llama a todos a su mesa, cura las heridas del cuerpo y del espíritu, † da la alegría a los afligidos. Por todos estos signos de tu benevolencia, con fe viva renacemos a una esperanza más cierta y nos ofrecemos a nuestros hermanos con amor constante, † a la espera del retorno del Salvador. Por él, con los ángeles y todos los santos, te cantamos el himno de alabanza † diciendo sin cesar: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación  darte gracias siempre y en todo lugar,  Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, †. por Cristo, Señor nuestro. El cual, Hijo tuyo engendrado antes de todos los siglos, nacido en el tiempo de la Virgen María, y ungido por el Espíritu Santo, anunció, en tu nombre, un año de gracia: el consuelo para los afligidos, la liberación para los cautivos, la salvación y la paz para todo el género humano. Él es la única y verdadera esperanza que, sobrepasando toda espera,  ilumina todos los siglos. Por eso, con los ángeles y con todos los santos, te alabamos, diciendo sin cesar: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación  darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, † por Cristo, Señor nuestro  En él se cumplen tus antiguas promesas, la sombra cede su lugar a la luz, el mundo se renueva † y el hombre se convierte en nueva creatura. Por su oblación, una vez para siempre, en la cruz, quiso congregar en la unidad a todos tus hijos dispersos; y exaltado en la gloria, primogénito de muchos hermanos, nos lleva a la esperanza de los gozos eternos. Por eso, Señor, con los ángeles y todos los santos te alabamos, diciendo sin cesar:

El Ritual trae también Lecturas para la Liturgia de la Palabra

  • Un Apéndice
    • Tropos para el Acto penitencial
    • Oración universal
    • Oraciones para la peregrinación (Salmos)
    • Letanías de los santos

|Asimismo, trae las Normas sobre la concesión de la Indulgencia Jubilar[3]. He aquí una síntesis de estas normas:

“La indulgencia, don inestimable de la misericordia divina, es uno de los “signos” peculiares de los Años jubilares”. En efecto, “la indulgencia es «una gracia jubilar» que «permite descubrir cuán ilimitada es la misericordia de Dios».

“Podrán recibir la indulgencia, con la remisión y el perdón de los pecados, todos los fieles «verdaderamente arrepentidos» y «movidos por espíritu de caridad», «que, en el curso del Año Santo, purificados a través del sacramento de la penitencia y alimentados por la Santa Comunión, oren por las intenciones del Sumo Pontífice»… […] La indulgencia se podrá aplicar «a las almas del Purgatorio en forma de sufragio».

Los fieles, “peregrinos de esperanza”, podrán conseguir la Indulgencia si emprenden una peregrinación hacia cualquier lugar sagrado jubilar, hacia al menos una de las cuatro Basílicas Papales Mayores de Roma, en Tierra Santa o en otras circunscripciones eclesiásticas, y participando en un momento de oración, celebración o reconciliación. También si «visitan devotamente cualquier lugar jubilar», viviendo momentos de adoración eucarística y meditación, concluyendo con el Padre Nuestro, la Profesión de Fe e invocaciones a María”. [Existen otros lugares, indicados en la normativa.]

“En caso de grave impedimento, los fieles «verdaderamente arrepentidos que no podrán participar en las solemnes celebraciones, en las peregrinaciones y en las pías visitas», podrán conseguir la indulgencia jubilar, con las mismas condiciones, si «recitan en la propia casa o ahí donde el impedimento les permita, el Padre Nuestro, la Profesión de Fe en cualquier forma legítima y otras oraciones conforme a las finalidades del Año Santo, ofreciendo sus sufrimientos o dificultades de la propia vida».

“Otra modalidad para conseguir la indulgencia serán las «obras de misericordia y de penitencia, con las cuales se testimonia la conversión emprendida». Los fieles, «siguiendo el ejemplo y el mandato de Cristo», son estimulados «a realizar más frecuentemente obras de caridad o misericordia, principalmente al servicio de aquellos hermanos que se encuentran agobiados por diversas necesidades». Asimismo, si se dirigen a visitar «a los hermanos que se encuentran en necesidad o en dificultad (enfermos, encarcelados, ancianos en soledad, personas con capacidades diferentes…), como realizando una peregrinación hacia Cristo presente en ellos».

“El «espíritu penitencial», se lee también en las Normas, «es como el alma del Jubileo» y, por tanto, la indulgencia podrá ser conseguida también «absteniéndose, en espíritu de penitencia, al menos durante un día de distracciones banales (reales y también virtuales) y de consumos superfluos, así como otorgando una proporcionada suma de dinero a los pobres, o sosteniendo obras de carácter religioso o social, especialmente en favor de la defensa y protección de la vida». Y también dedicando una adecuada parte del propio tiempo libre a actividades de voluntariado”.


[3] En línea: https://www.iubilaeum2025.va/es/notizie/comunicati/2024/giubileo-norme-ottenere-indulgenza-plenaria.html: Consulta: 20.XI.2024.

Una aclaración

“No obstante la norma según la cual se puede conseguir solo una Indulgencia plenaria al día (cfr. Enchiridion Indulgentiarum, IV ed., norm. 18, § 1), los fieles que habrán emitido el acto de caridad en favor de las almas del Purgatorio, si se acercan legítimamente al sacramento de la Comunión una segunda vez en el mismo día, podrán conseguir dos veces en el mismo día la Indulgencia plenaria, aplicable solo a los difuntos (se entiende al interno de una celebración Eucarística; cfr. can 917 y Pontificia Comisión para la interpretación auténtica del CIC, Responsa ad dubia, 1, 11 jul. 1984). A través de esta doble oblación, se realiza un laudable ejercicio de caridad sobrenatural, por el vínculo mediante el cual están unidos en el Cuerpo místico de Cristo los fieles que aun peregrinan en la tierra, junto con aquellos que ya han terminado su camino, pues “la indulgencia jubilar, en virtud de la oración, está destinada en particular a los que nos han precedido, para que obtengan plena misericordia” (Spes non confundit, 22)” (Ritual).

 

A modo de excursus

Como hemos indicado, en este subsidio es importante explicitar algunos temas. Dada el simbolismo de la Puerta Santa, que este año sólo se abre en Roma pero que favorece una reflexión espiritual sobre Cristo, Puerta de salvación, en primer lugar, se recogen texto acerca del particular.

Luego, se añaden un texto acerca de la peregrinación.

  • La Puerta Santa

“Desde el punto de vista simbólico, la Puerta Santa adquiere un significado particular: es el signo más característico, porque la meta es poder atravesarla. Su apertura por parte del Papa constituye el inicio oficial del Año Santo. Originalmente, solo había una puerta, en la Basílica de San Juan de Letrán, que es la catedral del obispo de Roma. Para que los numerosos peregrinos pudieran hacer este gesto, las demás Basílicas de Roma también ofrecieron esta posibilidad.

Al cruzar este umbral, el peregrino recuerda el texto del capítulo 10 del evangelio según san Juan: “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. El gesto expresa la decisión de seguir y de dejarse guiar por Jesús, que es el Buen Pastor. Por otra parte, la puerta es también un paso que conduce al interior de una iglesia. Para la comunidad cristiana, no es solo el espacio de lo sagrado, al cual uno se debe aproximar con respeto, con un comportamiento y una vestimenta adecuados, sino que es signo de la comunión que une a todo creyente con Cristo: es el lugar del encuentro y del diálogo, de la reconciliación y de la paz que espera la visita de todo peregrino, el espacio de la Iglesia como comunidad de fieles.

En Roma, esta experiencia adquiere un significado especial, por la referencia a la memoria de san Pedro y san Pablo, apóstoles que fundaron y formaron la comunidad cristiana de Roma y que, con sus enseñanzas y su ejemplo, son una referencia para la Iglesia universal. Aquí se encuentra su tumba, en el lugar donde fueron martirizados; junto con las catacumbas, es un lugar de continua inspiración”. (Sitio del Jubileo 2025).

Otro texto

“La peregrinación va acompañada del signo de la puerta santa, abierta por primera vez en la Basílica del Santísimo Salvador de Letrán durante el Jubileo de 1423. Ella evoca el paso que cada cristiano está llamado a dar del pecado a la gracia. Jesús dijo: «Yo soy la puerta» (Jn 10,7), para indicar que nadie puede tener acceso al Padre si no a través suyo. Esta afirmación que Jesús hizo de sí mismo significa que sólo Él es el Salvador enviado por el Padre. Hay un solo acceso que abre de par en par la entrada en la vida de comunión con Dios: este acceso es Jesús, única y absoluta vía de salvación. Sólo a Él se pueden aplicar plenamente las palabras del Salmista: «Aquí está la puerta del Señor, por ella entran los justos» (Sal 118 [117],20).

La indicación de la puerta recuerda la responsabilidad de cada creyente de cruzar su umbral.

Pasar por aquella puerta significa confesar que Cristo Jesús es el Señor, fortaleciendo la fe en Él para vivir la vida nueva que nos ha dado. Es una decisión que presupone la libertad de elegir y, al mismo tiempo, el valor de dejar algo, sabiendo que se alcanza la vida divina (cf. Mt 13, 44-46)”. (Juan Pablo II, Bula de Convocación del Jubileo del Gran Jubileo del año 2000 «Incarnationis mysterium», n 8).

La peregrinación[4]

“A lo largo de la historia la institución del Jubileo se ha enriquecido con signos que testimonian la fe y favorecen la devoción del pueblo cristiano. Entre ellos hay que recordar, sobre todo, la peregrinación, que recuerda la condición del hombre a quien gusta describir la propia existencia como un camino. Del nacimiento a la muerte, la condición de cada uno es la de homo viator. Por su parte, la Sagrada Escritura manifiesta en numerosas ocasiones el valor del ponerse en camino hacia los lugares sagrados. Era tradición que el israelita fuera en peregrinación a la ciudad donde se conservaba el arca de la alianza, o también que visitase el santuario de Betel (cf. Jdt 20, 18) o el de Silo, donde fue escuchada la oración de Ana, la madre de Samuel (cf. 1 S 1, 3).

Sometiéndose voluntariamente a la Ley, también Jesús, con María y José, fue peregrinando a la ciudad santa de Jerusalén (cf. Lc 2, 41). La historia de la Iglesia es el diario viviente de una peregrinación que nunca acaba. En camino hacia la ciudad de los santos Pedro y Pablo, hacia Tierra Santa o hacia los antiguos y los nuevos santuarios dedicados a la Virgen María y a los Santos, numerosos fieles alimentan así su piedad.

La peregrinación ha sido siempre un momento significativo en la vida de los creyentes, asumiendo en las diferentes épocas históricas expresiones culturales diversas. Evoca el camino personal del creyente siguiendo las huellas del Redentor: es ejercicio de ascesis laboriosa, de arrepentimiento por las debilidades humanas, de constante vigilancia de la propia fragilidad y de preparación interior a la conversión del corazón. Mediante la vela, el ayuno y la oración, el peregrino avanza por el camino de la perfección cristiana, esforzándose por llegar, con la ayuda de la gracia de Dios, «al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo» (Ef 4,13). (Juan Pablo II, Bula de Convocación del Jubileo del Gran Jubileo del año 2000 «Incarnationis mysterium», n 7).


[4] Acerca de la peregrinación: puede leerse: del Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos. Directorio sobre la Piedad popular y la liturgia, Principios y orientaciones (2002): puntos 279-287.

Bibliografía